Todos en algunas ocasiones sentimos un intenso malestar por conflictos interiores que nos impiden tomar decisiones, sentirnos bien con nosotros mismos o tener el tipo de vida que quisiéramos.
Y en esto y mucho más interviene nuestro cerebro. En términos sencillos, dentro del mismo tenemos una zona primitiva y otra zona racional.
El libro “La paradoja del chimpancé” del Dr. Steve Peters, psiquiatra que trabaja para deportistas de elite y profesor en la Universidad de Sheffield, resulta muy adecuado para profundizar en este aspecto.
La zona primitiva –que Peters llama “Chimpancé”- se ocupa de preservar la supervivencia y de crear la siguiente generación, como forma de mantener la especie. Buscar alimentos y marcar el territorio, son algunas de las funciones de las que se ocupa esta zona.
En esta área se dan respuestas de Si / No. No existe término medio: puede llegar construir o destruir.
Esto explica por qué a veces podemos ser nuestros mejores amigos y también nuestros peores enemigos.
Por otro lado, nuestra parte racional –denominada “Humano” por el psiquiatra Peters- analiza lo que sucede, busca pruebas y hechos que ayuden a tomar decisiones donde no medie la emoción. Se trata de nuestro pensamiento racional y lógico, evitando en ocasiones realizar juicios / opiniones.
El doctor explica que tanto el cerebro chimpancé como el cerebro humano necesitan existir y complementarse. Si el primero nos mantiene vivos, el otro busca conseguir las cosas que quiere en contextos de vida con principios éticos y morales para vivir en paz y armonía.
Para comprobar la acción implacable del chimpancé y el conflicto que se genera sobre el humano pongo el ejemplo de un escritor que comentaba “Cada paso que creía acertado para publicitar mi novela, era cercenado por mis miedos con la misma rapidez con que los ideaba. Ahora sé que son elaboraciones mentales que mis emociones se encargaban de producir y que rebosaban miedo al ridículo. A este primer momento de temor y desconfianza le seguía la resignación y la vuelta a la casilla de inicio sin opción a volver a tirar los dados”.
Y es que el chimpancé emocional es cinco veces más fuerte que el humano, en palabras de Peters. De ahí que no podamos vencer al chimpancé, sino de que lo tratemos de “orientar, encaminar…”.
Hablando con mayor precisión, de gestionar esas emociones, tarea nada sencilla en ocasiones.
¿Qué pasos tendríamos que seguir para gestionar los conflictos mentales?
Una vez que la emoción se ha expresado de forma adecuada es posible recuperar un ánimo equilibrado, momento donde el cerebro humano podrá razonar y afrontar las dificultades.
Lo verdaderamente clave del asunto, en palabras de Peters, es que al cerebro chimpancé no le dominamos, sólo lo gestionamos.
Por último, no nos podemos limitar a considerar de una sola manera estas dos áreas del cerebro. Tanto el humano como el chimpancé pueden ser constructivos o destructivos.
En el próximo post conoceremos más aspectos de este apasionante mundo del cerebro.